En ocasiones son las cosas que nos rodean las que más nos cuesta ver, sobre todo el amor. De manera semejante a las partículas de polvo suspendidas en un rayo de sol, el amor permanece invisible a nuestros sentidos hasta que algo lo ilumina. Cuando nuestros corazones son incapaces de ver con claridad, el amor crea su propio efecto Tyndall y nos ayuda a arrojar una luz sobre lo que siempre está ahí, incluso en nuestros momentos más aciagos.

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