La vida de Ronnie no se podía calificar precisamente de
agradable o divertida. Se pasaba las horas intentando sacar segundo de
bachillerato para no tener que soportar más a todos esos compañeros que habían
estado insultándola, marginándola, poniéndola en situaciones lamentosas,
haciéndola sentir mal consigo misma… Había días en los que Ronnie se levantaba
comiéndose el mundo pero que acababa comiéndose el suelo. Ella decía que le
gustaba la soledad, pero realmente necesitaba el apoyo de un verdadero amigo
con el que poder confesarse.
“Otro día más”, pasó por la cabeza de Ronnie mientras
dejaba la mochila vieja llena de libros cerca de su cama. Encendió el ordenador
y se puso a hacer lo de siempre: escribir en su blog. Le encantaba poder
relajarse por un momento al día, su blog era un lugar donde poder contar su
vida sin que nadie la criticara en absoluto por ello, su rincón de paz propia,
el sitio adecuado para expresarse libremente.
Después de relajarse durante un rato, decidió acudir al
parque cercano a su casa para poder inspirarse tranquilamente, ya que sus dos
hermanastras no la dejaban tranquila simplemente por el hecho de que no le
gustaba lo mismo que le gustaba al resto de adolescentes de su edad: beber y
fumar. Ronnie caminó hasta el banco donde daba el último rayo de sol de la
tarde, fue apuntando las cosas que sentía en su “Cuaderno de pensamientos” con
su pluma estilográfica preferida, la que le había regalado su padre antes de
morir. Cuando dio su sesión de escritura por finalizada, dejó el cuaderno a un
lado y comenzó a observar cómo el sol desaparecía por el horizonte para darle
paso a la esplendorosa luna.
—Hace un atardecer bonito.-Escuchó la
voz de un chico que estaba enfrente de ella. Eso la desconcertó, nunca nadie se
acercaba a ella, ella era diferente, era rara.- ¿Te importa que me siente? Soy
Louis.-Se presentó con una sonrisa, tendiéndole la mano a Ronnie.
—Eh, claro, siéntate.-Dijo ella
recogiendo hacia un lado todas sus pertenencias.-Soy Ronnie.-le sonrió.
Ronnie y Louis estuvieron hablando durante un par de
horas. Ambos coincidían en infinidad de cosas, les gustaban los mismos grupos
musicales, las mismas películas, los mismos libros… Pero cada uno admiraba una
cualidad del otro.
—¿Tocas la guitarra?-dijo Ronnie
realmente emocionada.-Me encantaría aprender, lo intenté una vez, pero soy
nefasta.-Concluyó con resignación. Ella estaba intentando controlar su
nerviosismo, jamás se había sentado con un chico tan guapo a hablar de sí
misma, ni en sus mejores sueños lo había logrado.
— ¿En serio has viajado a todos esos
países? No me lo puedo creer, siempre he querido ir a Francia, a Rusia, a
Finlandia y a Canadá.-Sentenció él con la misma emoción que su compañera.
Louis insistió en acompañar a Ronnie a casa una vez había
dado una hora muy poco prudente. Ronnie sabía que la iban a castigar por llegar
a las doce de la noche, pero la verdad es que no le importaba. Le había encantado
conocer a Louis y pasar aquellas horas con él. Ronnie salió corriendo con una
velocidad que dejó pasmado a Louis, el cual intentó seguirla, pero ella ya se
había perdido entre la multitud de personas que había aquella noche radiante de
viernes.
Louis se giró y pateó una piedra varias veces mientras
volvía por sus propios pasos para recoger la chaqueta que se había dejado en el
banco, entonces vio un pequeño cuaderno con diversas fotos pegadas en la
cubierta y una vieja pluma estilográfica. Él sabía a quién pertenecía, su dueña
era aquella magnífica chica que había estado sentada con él en aquel banco
durante toda la tarde. Decidió que iba a encontrarla, se lo debía a ella por
haberle alegrado aquel día de perros que llevaba, y a él mismo que ya estaba
cansado de que le hicieran daño al no encontrar a la adecuada. Ronnie lo era. Y
él lo sabía. Cuando Louis llegó a su casa, decidió echar una ojeada al cuaderno
para encontrar algún tipo de información con la que hallar a la legítima dueña
del cuaderno. Después de quedar maravillado con aquellos preciosos textos
escritos con una letra impecable en tinta negra, fue reuniendo pistas sobre el
lugar de residencia de aquella conocida. En sus textos encontraba fragmentos en
los que explicaba alguna de las vistas que podía observar desde su habitación,
el número de escalones exactos que debía subir hasta llegar a su casa, la
característica fachada que tenía su hogar…
—De acuerdo, mañana por la mañana voy
a darle el cuaderno.-Murmuró Louis antes de meterse en la cama a perderse en
otro mundo leyendo esas magníficas palabras que poseía el cuaderno.
Mientras tanto, Ronnie estaba muy preocupada por la pluma
que se había dejado olvidada en el banco del parque después del encuentro con
Louis. El cuaderno sinceramente le daba igual, podía volver a escribir otras
cosas que salieran de su cabeza, pero la pluma estilográfica era el único
recuerdo que le quedaba de su padre. Resignada, decidió meterse en la cama para
regresar al parque al día siguiente, quizá con un poco de suerte se había caído
debajo del banco y no se lo había llevado nadie.
A la mañana siguiente, al llegar de buscar la pluma en el
parque, Ronnie llegó destrozada a su casa. Subió a su cuarto para estudiar un
rato, pero era incapaz de concentrarse, tenía unas ganas tremendas de llorar,
le había fallado a su padre.
Por otro lado, Louis salía de su casa emocionado por
devolverle sus pertenencias a Ronnie, siguió las pistas que ella había dejado
en su cuaderno y llegó frente a una casa que poseía las características
descritas en el pequeño cuaderno. Llamó a la puerta y le abrió una extraña
mujer, de haber sido otra situación quizá habría salido corriendo como había
hecho tantas veces al jugar con sus amigos.
—Disculpe señora, soy Louis Tomlinson,
vengo a devolverle a su hija unas pertenencias que se olvidó ayer en el parque…-Dijo
el pobre chico avergonzado.
—Louis, tengo dos hijas, pero dámelo
si quieres y yo averiguo de quién es, no he visto eso en mi vida.-dijo la
señora con una voz fría como el hielo.
—Si no le importa me gustaría saber
de quién es el cuaderno por mi cuenta. Era de Ronnie, una chica muy dulce,
tímida…-dijo Louis acordándose de aquella persona con la que había estado
hablando la tarde anterior.
—Aquí no vive ninguna Ronnie, pero
puedo hacer que bajen mis hijas a ver si es alguna de ellas.-Dijo antes de
gritar un par de nombres. Al rato bajaron por las escaleras dos chicas gemelas
con pinta de estiradas, a Louis le parecía totalmente normal que fueran
familia.
— ¿Sí, mamá?-dijeron las dos al
unísono. Louis sabía perfectamente que ninguna de esas dos chicas era con la
que había estado hablando la tarde anterior.
—Perdonad, es que este cuaderno
pertenece a una chica que vive en esta casa, y me encantaría dárselo y poder charlar
con ella un poco…-No le dejaron terminar la frase cuando se pusieron a chillar
como urracas.
—¡Ese cuaderno es mío! ¡Mío!-gritaron
de nuevo al unísono las dos gemelas.
—Si no os importa escribid en un
folio una frase para comparar la letra con la del cuaderno.-Dijo Louis a modo
de prueba.
Las gemelas y su madre subieron rápidamente a su cuarto,
allí la madre les ordenó que imitaran la caligrafía de su hermanastra. La
primera, Anastasia, bajó corriendo las escaleras con un pequeño trozo de papel
en la mano. Louis después de comparar la caligrafía con la del cuaderno,
decidió que ella no era la que estaba buscando. A los cinco minutos bajó la
otra chica, Griselda, con otro folio de la misma manera que había bajado su
hermana. A Louis le pareció que la letra era bastante parecida, pero vio
que no era tan fluida como la de la dueña
del cuaderno y se disculpó al decirle que ella tampoco era la chica que estaba
buscando.
—Tengo a mi sobrina viviendo bajo
este techo también, pero ella seguro que no es, jamás sale de casa, la muy
estúpida prefiere quedarse en su cuarto en vez de salir como el resto de
personas normales.-Dijo la extravagante mujer.
—Si no le importa, me encantaría que
ella también hiciera lo mismo que ellas.-dijo Louis señalando a Anastasia y a
Griselda.
— ¡Ramona!-gritó la mujer desde la
escalera. Al segundo apareció una chica que, al contrario que las dos
anteriores, bajaba en chándal y con un moño despeinado en la cabeza. Louis en
cuanto la vio sabía que era ella, pero decidió hacerle también la prueba. La
chica escribió en un pequeño trozo de papel una frase que repetía mucho en el
cuaderno “Todo va a estar bien”. Louis sonriente le entregó el cuaderno y la
pluma a su verdadera dueña.
—Muchísimas gracias.-Dijo Ronnie
dándole un fuerte abrazo al chico.
Desde ese día, Ronnie y Louis se veían a diario, a veces
iban a relajarse juntos al parque en el que se conocieron por vez primera,
otras veces innovaban y cogía un tren que los alejaba de su apagada ciudad
durante un fin de semana. Ambos estaban felices, estaban enamorados.
Este es un relato que hice para un concurso de mi colegio, era sobre literatura fantástica y tenía que estar basado en un cuento infantil como La Cenicienta (que es este caso), Blancanieves... Espero que os guste y que dejéis vuestras opiniones al respecto :)