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martes, 29 de marzo de 2011

Setecientos setenta y siete.

Siempre has sido tú. Tú y tus ojos cálidos color chocolate, y las historias contadas en los pliegues de tus sonrisas. Tý y tu habilidad para romper estas paredes que he construido a mi alrededor, el único que hace que mis extremidades se conviertan en gelatina, débil y temblorosa. Tú, con tus venas colore verde mar marcadas como carreteras bajo la palidez de tus brazos, y la sueve, sutil manera en la que acunas mis manos entre las tuyas. Tú, con tu pelo cobre rizado, que da la falsa ilusión de que tienes patillas. Tú y tu almizcle de musgo, con el más leve indicio de colonia que me hace sentir mareada y desorientada, un dolor en la esquina de mi pecho. Tú con los huesos, las manos de gran nudillos que encajan perfectamente en los míos, esos dedos delicados en los espacios entre la tuya, que se enlazan juntos sin esfuerzo. Tú con tu aliento, el aliento congelado que envía escalofríos por mi cuello. Tú susurrando en los huecos en mi oído de la manera en que me miras con esos ojos y las miradas en silencio, secreto que compartimos, las palabras no dichas con temor, esperando pacientemente en el borde de los labios. Tú con tu mente preocupadda, y las tierras profundas, arriesgadas por las que me arriesgo para entrar. Tú y la forma en que sientes que estás flotando sobre tu cuerpo, y viendo a otra persona vivir tu vida. Yo, con la misma sensación de vacío. Tú con tu cuidado, las palabras en cuestión, y el ángel de la guarda en que te has convertido. Tú y la forma en que mi cabeza cabe en el hueco de tu cuello, y la facilidad con la que me quedé con las piernas enredadas entre sí. Tú, tu respiración tranquila y silenciosa. Tú con tu mano en la parte baja de la espalda como huir desde el tormento reír al enfrentar la derrota, el único que siempre viene corriendo detrás de mí. Tú, con la estática en los ojos como nos vemos a través del cuarto, el contacto visual prolongado, la conciencia constante, la tensión que esto puede rebanar fácilmente a través. Tú,preocupado porque no me podías encontrar, buscándome cuando no había ninguna razón para que tú lo hicieras, tú y yo, siendo reunidos por las cuerdas. Tú y la manera adorable de dar la cara por mí. Tú, que tienes la tendencia de hacer que me sienta como vivir en un lugar mejor en el que los sueños de lavanda y violentas afectan a mis noches. Yo, yo mismo y verme caer por ti setecientos setenta y siete veces al día.

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