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viernes, 7 de enero de 2011

El fin no siempre justifica los medios.

A todos nos utilizan en un momento u otro de nuestra vida. Es más, a menudo lo aceptamos con gusto. Es un trato que se hace para conseguir lo que se quiere o lo que se necesita: un trayecto en coche hasta el instituto, una entrada para ver el partido, una cita con un tío bueno, una invitaciçon a una fiesta. En definitiva, una transacción justa y consensuada... la mayoría de las veces. Pero sentirse utilizado es otra cosa. En ese caso, no eres más que instrumenteo de la ambición de otro. Espectador entre el público y el testigo mudo de su fantasía.

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